sábado, 14 de julio de 2012

20 de Septiembre...

… Esta mañana me despierto, no tengo tiempo para estar acostado sin hacer nada ni para quedarme disfrutando el pequeño e insuficiente tiempo de sueño que me dejaba la vida y su ritmo incesante, pero hay algo extraño en mi mente, en al ambiente, algo inusual, hay un olor que algunos llamarían agradable: huele a flores… rosas… lo cual es muy improbable en un ambiente como el mío; una habitación rellena con libros, ceniceros, instrumentos musicales y de escritura: la habitación de un enfermo siquiátrico (o la de un erudito). La primera impresión en mi pensamiento del nuevo elemento que se encontraba en mi cuarto, quizás un poco despreocupada e inconsciente fue “huele a funeral… a cementerio… a muerte”, al principio no me molestó: la muerte es una parte imprescindible de nuestro proceso llamado vida, pero luego de pensarlo, de ver que necesitaba más tiempo, necesitaba hacer más cosas, terminar algunos asuntos que la misma vida me había impuesto, no me alegré al oler el condenado olor a las flores de la anciana que vivía en el departamento contiguo, las flores siempre habían estado allí, al igual que su olor, pero nunca las había sentido, supongo que mis sentidos aún se veían dañados por todos los golpes que he recibido en mi infancia, en mi juventud, en mi vida, pero me daba igual… después de todo prefería varias veces no sentir nada… es increíble como te llega a facilitar algunas cosas…
Daban las 7 de la mañana, mirándose en el espejo de un baño con una luz sombría, azulejos amarillentos, pequeños residuos de sangre en el lavamanos… mientras me afeito veo a un pobre viejo, desgastado, demacrado, con cara de lobo viejo y rabioso, cansado del mundo, de sus rutinas, de sus capítulos repetidos, en fin: cansado de la vida en sí… y de la muerte… cansado de este mundo que solo le escupía en la cara una y otra vez y le seguía exigiendo que con sus piernas desgastadas, torcidas y cansadas siguiese bailando al compas de la sinfonía que solía ser la vida pero terminó transformándose en una humillante cacofonía rutinaria, sin embargo, lo que veía en la cara del pobre lobo viejo eran mis ojos, grises y brillantes, desesperados, como queriendo escapar, salir de ese cuerpo magullado e inservible, escapar, ser libre… ser alguien más…
Me pregunté por un segundo al ver a este ser extraño, si al no reconocerse a sí mismo en el espejo se dejaba de ser la misma persona, el mismo ser, con las misma mente y alma, con las mismas ideas y sentimientos, pero recordé mi infancia y recordé también que a lo largo de mi vida había aprendido que sólo viendo los ojos de una persona se puede saber quién es, que intenciones tiene, lo que siente, su identidad… por alguna extraña razón sé que debería estar escapando, como me lo gritan mis ojos en la cara de este extraño, escapar de lo que está a punto de suceder… sé que hoy se rompe un ciclo… termina algo viejo… y comienza algo nuevo…

No hay comentarios:

Publicar un comentario